TORNEO APERTURA
El capitán tricolor mete miedo: anotó los tres goles en la victoria sobre River Plate, la primera en el Apertura, para la que también Gustavo Munúa tuvo sus méritos.
Adiós a los fantasmas para Gustavo Munúa, esos que merodeaban por Los Céspedes porque su campaña era idéntica a la de Eduardo Domínguez en 2019 y que le había costado el cargo en la quinta fecha. En este caso no fue así, porque la quinta fue la vencida.
Nacional derrotó 3-2 de atrás a River Plate en el Saroldi y terminó con la larga espera de una victoria en el Apertura. Pero el técnico necesitó de un cazafantasmas que vino a su rescate: el inclaudicable Gonzalo Bergessio.
El capitán de Nacional está dispuesto a hacer historia en el club. A sus 36 años está más vigente que nunca, al punto que convirtió los tres tantos en el partido de ayer y los cuatro últimos del tricolor, pues el domingo pasado había anotado en el clásico.
“Lavandina” levantó tres veces el partido con sus tantos, porque una vez más la defensa volvió a mostrar grandes problemas de contención y sobre todo una alarmante debilidad en el juego aéreo que le costó volver a tomar dos goles. Salvo en el clásico, en los restantes cuatro partidos del Apertura el equipo tomó dos goles: ante Rentistas, Cerro Largo y Wanderers antes de los sufridos en el Prado. Lo que rompió en esta ocasión fue la tendencia de no poder anotar al menos uno más.
Es muy tentador, luego de los tres goles convertidos por el capitán, poner que fue Bergessio FC, pero no sería del todo real. Porque si bien fue el que a fuerza de tantos ahuyentó los fantasmas, no fue el único responsable. Munúa también tuvo su cuota parte.

Como primera cosa el técnico cambió el sistema de juego de un 4-3-3 inoperante en el clásico a un 4-2-3-1 que tuvo mayor consistencia en la mitad del terreno, un talentoso como Rodrigo Amaral con libertad para moverse por detrás del centrodelantero y obviamente a Bergessio, el “Terminator del área”, porque su presa es el gol y la persigue hasta que la encuentra.
A decir verdad a Nacional le costó acomodarse en la cancha, principalmente al sector central del campo, lo que derivó en que una vez más la defensa quedara expuesta.
Mucho mérito en ello tuvo el planteamiento de Jorge Fossati, quien había estudiado cuál era el punto débil tricolor y lo explotó hasta marcar dos goles. La cosa era ponerle pelotas cruzadas a espaldas de los laterales. Dos centros (uno con pelota en movimiento y otro a balón parado) fueron cabeceados por Adrián Leites primero y por Gonzalo Viera luego para que el darsenero estuviera en ventaja.
Y acá hay que detenerse para decir algo sobre Luis Mejía. El arquero tricolor pudo haber hecho algo más en los goles, pero terminó siendo importante, porque justo antes de cada empate hizo tapadas que permitieron al equipo seguir en partido. Primero le tapó un mano a mano a Matías Arezo (que aprovechó una entrega corta en la salida de Mathías Laborda) y de allí nació el 1-1 y luego voló de palo a palo para contener un tiro libre de Nicolás Rodríguez, para que en la recarga llegara el 2-2 en lo que fue el segundo acto de Bergessio.

Ese empate fue la chispa que despertó a Nacional este sábado y vaya a saber uno si no definitivamente para lo que resta del Apertura y del año.
El tricolor cambió la actitud, Munúa hizo ajustes en el entretiempo y fue otro equipo, muy superior a un River Plate que prácticamente no generó peligro, más allá de que Leodán no le pitó un claro penal a favor luego que Mathías Laborda le cruzara el brazo a Matías Arezo cuando había hecho el control orientado y se decidía a pegarle a la pelota.
Creció muchísimo Ayrton Cougo en la faz ofensiva por la izquierda; también lo hizo Armando Méndez por la derecha y Claudio Yacob se hizo dueño del medio, conectando con Amaral para asegurar salida clara y a su vez darle equilibrio al equipo. Entonces ya River tuvo que preocuparse más por defender que por atacar y no pudo explotar ninguna pelota cruzada más.
Con el tricolor ya parado firme y controlando el partido, fue el momento de que Bergessio hiciera lo suyo. Y por supuesto que no falló. El cordobés tiene una gran virtud para un goleador: es optimista. Está convencido que toda pelota que pelea y gana va a terminar en la red. Por eso es capaz de hacer goles como el tercero de ayer, pues casi sin ángulo igual buscó el arco, el balón rebotó en un defensa y descolocó al arquero Olveira.
Gol, triunfo y tres puntos que son una suerte de conjuro para el Nacional de Munúa.
Tres goles para un Bergessio que cada vez es más ídolo de Nacional. Quienes lo disfrutan hoy hablarán dentro de muchos años de aquel centrodelantero argentino que ya vino con mil batallas sobre los hombros e igualmente dejó el alma en cada pelota que peleó vestido de tricolor, como si hubiera crecido en Los Céspedes. Es el “Terminator” de Nacional y cuidado, porque su número de víctimas sigue creciendo.